Marzo es uno de nuestros meses favoritos aquí en Oye Deb. No solo porque empieza la primavera (pura felicidad cuando vives en el campo), sino también porque llega la edición anual de El Ideatorio, la experiencia online que te ayuda a descubrir qué podrías hacer con tu vida profesional para que esté completamente alineada con quien tú eres y con todos tus talentos. Están las inscripciones abiertas hasta el día 15 y, por eso, para esta entrega de La Peor Emprendedora del Mundo, he querido tratar un tema muy relacionado —aunque también puedes recuperar el primero de todos los que escribí, sobre la vocación—, los ideales.
Los ideales tienen, como todo, al menos dos caras (muchas más, en realidad): una más luminosa, que nos aporta dirección y nos indica el camino a seguir (pero que también puede cegarnos), y otra más oscura, que tiene el poder de empequeñecernos y no dejarnos crecer (pero que si nos atrevemos a mirarla nos descubrirá texturas y matices sobre nosotras mismas que ni sabíamos que existían).
1 /
Las ideas son maravillosas, pero hay que ir con cuidado con ellas porque no son la realidad.
2 /
Es verdad que las ideas sobre nosotras mismas tienen el poder de hacer que nos comportemos de una forma o de otra. De ahí que tantos prediquen que si te repites algo lo suficiente acabarás siendo eso en vez de lo que eres en realidad (tanto para bien como para mal). Sin embargo, no me parece demasiado sano pretender construirte una personalidad con frases frente al espejo, afirmaciones o visualizaciones. ¿Cuánto tiempo llevas fabricando todas esas ideas sobre ti? ¿Años? ¿Desde la más tierna infancia? Probablemente. ¿Crees que algo que lleva calando en tus huesos desde decenios puede realmente desaparecer por completo con técnicas de 7 minutos al día durante 21 días aprendidas en un blog o con un seminario de fin de semana? ¿Crees que sería siquiera deseable?
3 /
Creer que te mereces algo y eso es suficiente para que el universo tenga la obligación de concedértelo. O creer que si trabajas mucho lo conseguirás, porque todo esfuerzo tiene su recompensa segura. A veces no van así las cosas, por más que sudes y más que merezcas.
4 /
Decidimos que somos de una determinada manera y ya no podemos salir de ese corralito de cualidades que nos hemos otorgado a nosotras mismas. Eso nos limita, no deja aparecer otras facetas que también están ahí. Lo mismo pasa con las ideas que tenemos sobre nuestra empresa, nuestra pareja, nuestra familia, nuestros amigos… en fin, sobre todo lo que nos rodea. Al clasificarlo y decidir “esto es así” se convierte en algo estático y se pierde la capacidad de cambio, de sorpresa, de evolución.
5 /
A la vez, los ideales de lo que tendríamos que ser, de la supuesta “mejor versión de nosotras mismas”, invalidan la realidad de nuestra personalidad diaria. Yo no quiero ser ninguna mejor versión de mí misma, lo que soy es lo que hay, sea agradable o resulte tremendamente feo. Soy exactamente lo que soy en este momento y así me comporto. No es que no aspire a crecer interiormente o a encontrarme mejor, solo que el ideal de la persona que querría ser anula lo que soy en el instante presente y me evita lidiar con ello: miro lejos cuando lo que necesito es mirar dentro y aceptar, aceptar, aceptar.
6 /
El camino del crecimiento personal suele arrancar con un evento desagradable o una tocada de fondo. Por lo general, una no tiene una vida planita y agradable y se dice “umm, creo que necesito más profundidad, saber más de mí y llegar a entender todo esto mucho mejor”. Lo que tiene el camino de crecimiento personal es que es realmente único para cada una. Hay tantas maneras de enfrentarse a él que buscar instrucciones es verdaderamente infructuoso (aunque para muchos es muy cómodo engancharse a una corriente o un gurú y dejar que le guíen por completo). Tu camino de crecimiento personal estará marcado por tus ideas sobre ti misma y sobre el mundo —las previas, al menos, porque ese camino está destinado a cuestionártelas todas—. Esto es a lo que tienes que estar dispuesta cuando empiezas, y es el motivo por el que tantos ni se atreven a empezar: no quieren sacudir sus cimientos ni retar a lo único que creían que tenían seguro en la vida.
7 /
Las ideas que tienes sobre tu empresa también tienen su miga. A mí, por ejemplo, me han costado mucho dinero. Todo lo que he rechazado porque no me parecía digno de mi negocio, todo lo que he dejado pasar por creer que Oye Deb estaba por encima, todo lo que muy probablemente habría sido beneficioso de algún modo… Nunca sabré lo que me he perdido.
Seguramente podría haber sido un poco más suelta con “lo que es correcto para Oye Deb y lo que es incorrecto para Oye Deb” y eso habría sido bueno para el negocio. A la vez, esta inflexibilidad la he convertido en motivo de orgullo (y casi en imagen de marca) y eso ha sido bueno para el negocio. Justifico como puedo mi cabezonería.
8 /
He podido tener en mi vida, sin exagerar, cientos de ideas de negocio. De todas esas, muchas eran comunes y mediocres, pero otras me parecían buenísimas y tenía muchas ganas de ponerlas en marcha. De las buenísimas, casi el total no eran aptas para mí. No eran aptas para la verdadera yo. Le iban muy bien a la persona que yo creía que era, o incluso a la persona que me imaginaba siendo. Como en un teatrito: Deb jugando a ser la dueña de restaurante, jugando a la tendera, jugando a la asesora, jugando a la CEO de una aplicación millonaria, jugando a la diseñadora.
Podía verme a mí misma muy feliz haciendo cada una de esas cosas, e incluso podía haberme lanzado a cualquiera de ellas (de hecho, me lancé a tres, probando a ver qué tal)… cuando no me conocía suficiente. En el momento en que empecé a verme más allá de mis ideas preconstruidas y fui quitando capas a la cebolla, todas esas opciones fueron cayendo por su propio peso y reconocí por fin a la Deb pequeña y asustada que ni siquiera sabía qué le gustaba hacer realmente. Desde ahí, pude construir algo verdadero.
Ideas, ideas, ideas. Pero hasta que no dolió, no salió.
9 /
Una idea de negocio no es nada hasta que no se ejecuta. Es en el contacto con la realidad cuando se puede empezar a valorar si la idea es buena o no tan buena, según cómo se haga y según quién la haga y cuándo la haga. Así que pensar “qué buena idea” o “qué mala idea” si no se enlaza con los detalles de quién, cómo, cuándo, por qué y para qué… es claramente una tontada.
Tengo la costumbre de no dejar que nadie (ni siquiera yo) me chafe la ilusión en los primeros estadios de mis ideas de negocio. Es ahí, en los chispazos iniciales, donde me permito dejar arder la mecha y ser lo suficientemente viva y amable conmigo misma como para mantenerme firme hasta que haya desarrollado un plan de ejecución que me permita decidir, con todas las cartas en la mano, si esa es una idea adecuada para mí o no, si tiene algún sentido o no, si voy a ser feliz con ella o no, si hay posibilidades de que funcione en el mercado o no. Y si es que sí, me pongo en marcha y dejo que la bomba explote. Si es que no, apago la mecha y vuelvo a empezar con otra idea, con otro chispazo. Siempre hay muchos más.
De hecho, he creado un método para distinguir si debo apagar la mecha o dejar que la bomba explote. ¿Te unes a mi Clase de Química? ;)
…
La Peor Emprendedora del Mundo es una sección mensual en la que comparto mis reflexiones, sensaciones y contradicciones sobre la complejidad personal que me supone emprender (en la acepción habitual, referida a los negocios, pero también aplicable a ser emprendedora en la vida misma).
Sin embargo, es una sección abierta que está esperando tu aportación. Puedes elegir cualquiera de los puntos, o el tema en general, o una frase en concreto, y transformarla, comentarla, ampliarla, crear a partir de ella en el formato que quieras. Puede ser un artículo en tu blog (en ese caso déjanos el enlace abajo en los comentarios), una entrada de cualquier tipo en redes sociales (márcala con #lapeoremprendedoradelmundo para que podamos seguirla también), una imagen, un dibujo, un poema… Lo que se te ocurra. Un comentario al final del artículo también sirve, obviamente :)
Yo publico mi entrada la primera semana de cada mes, tú puedes publicar la tuya a lo largo de ese mismo mes y de ese modo iremos construyendo una conversación plural y rica en la que todas tengamos voz y representación.
Porque me temo que todas nos sentimos alguna vez #lapeoremprendedoradelmundo, ¿verdad?
Un abrazo,
P.D.: Si te perdiste las cinco primeras entregas de La Peor Emprendedora del Mundo, puedes leerlas aquí:
LPEDM 1: Mi Vocación
LPEDM 2: Mi Visibilidad
LPEDM3: Mis Relaciones
LPEDM4: Mi Compromiso
LPEDM5: Mi Estrategia
Hola Deb, gracias. Me he sentido muy identificada, porque yo también tengo siempre muchas ideas rondando la cabeza. Ojalá hubiese dado con cursos de este tipo hace tiempo, seguro que el proceso hubiese sido más rápido. Aun no estoy segura de si mi idea valdrá o tampoco si es la que se adapta a mi al 100%, pero desde luego que el proceso de emprender es de las cosas que más me esta ayudando a conocerme mejor y al menos lo que si tengo claro es que emprender va conmigo, pero encontrar el qué y que funcione y te haga feliz es más complicado. Gracias por este magnifico blog.
Hola Deb¡¡
Magníficas tus reflexiones, a mí me ayudan mucho a no perderme en mis fantasías. Comparto contigo que todo nace desde una misma, y que las reglas parten de aquí, eso es coherencia.
Muchísimas gracias.
Yo he hecho tu curso sabiendo mi idea y el valor que quiero aportar y estas reflexiones son de mucho valor y apoyo para no salirme del camino.
Un abrazo enorme¡¡
Maite
Hola Deb,
Ahora mismo me encuentro en el punto 8, tengo tropecientas ideas por minuto y conforme las voy desechando me vienen otras mil más. Mi cabeza echa humito. Al principio me costaba mucho vivir este momento de forma plena sin pensar en el futuro o el pasado, me agobiaba, pero he aprendido a disfrutarlo como una enana; ahora sé que se trata de una etapa de cambio y autoconocimiento. Es dura, pero me pone a prueba y me está encantado lo que estoy encontrando dentro.
Gracias por hacernos tan sencilla la tarea de empatizar contigo a través de tus textos.
¡Besos!
Hola, Deb!
Creo que el punto crucial cuando una piensa en “ideales”, es lo que mencionaste en el 5: “Soy exactamente lo que soy en este momento y así me comporto (…) miro lejos cuando lo que necesito es mirar dentro y aceptar, aceptar, aceptar”. Esa auto-aceptación ha de ser una de las tareas más difíciles que tenemos las mujeres, tras siglos de ser catalogadas y modeladas a base de expectativas y estándares.
Yo me di cuenta hace unas semanas que si no estoy moviéndome hacia la dirección que siempre se esperó de mi (y que yo misma decidí imponerme, como resultado) me siento tremendamente vacía y sin propósito. Y mis propios deseos? Y mis ideales? Será que podemos estar tan metidas con esas expectativas que nos olvidamos de auto-conocernos? (Y es que sin auto-conocernos, no podemos auto-aceptarnos, no?) A lo que voy, podemos llegar al punto de auto-catalogarnos tanto que terminamos siendo una perfecta desconocida para nosotras mismas (creepy, no?)
Quiero creer que nunca es tarde para empezar ese camino de autodescubrimiento y de identificar esos ideales para poder ir a por ellos (cruzando los dedos)
A mi me ha tumbado el punto 2/ y la frase: “realmente desaparecer por completo con técnicas de 7 minutos al día durante 21 días aprendidas en un blog”. A continuación me he preguntado que hago yo aquí? Si lo que alguien escribe en un blog, o uno de sus cursos no puede hacer nada… En fin, además Deb, seguramente las ideas de este post son tuyas, pero el estilo de escritura ha cambiado de nuevo, y no sé…
Solo GRACIAS Deb. Por cada una de tus reflexiones y por las personas que comentan, por que no me siento sola en la locura de cuestionarme todo. Gracias.