Deseo que estas nuevas 7 ideas te inspiren, te hagan pensar o, ya sin ser tan ambiciosa, deseo que simplemente disfrutes leyéndolas como yo he disfrutado escribiéndolas.
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Asistí a una ponencia de tendencias donde nos contaban que la transparencia estaba en alza. Y no se referían a la moda y a los tejidos translúcidos, sino a la transparencia de las marcas respecto a sus procesos frente a los clientes. Nos animaban a pensar cómo podríamos, con nuestras empresas, fomentar la transparencia y resultar así más cercanos y honestos.
Vimos ejemplos de empresas textiles que publicaban cuánto les costaba realmente cada parte de la fabricación de una camisa para que entendieras a santo de qué venía el precio que te hacían pagar a ti. Empresas que compartían con sus seguidores los perfiles de las personas que, hasta en el último eslabón de la cadena, participaban del proceso de creación de lo que tú ibas a comprar. Allí donde antes había opacidad y desconocimiento, ahora había realismo y explicaciones.
A mí todo esto me parece genial, pero, y quizás sea muy desconfiada, siento que en la mayoría de casos simplemente es otra técnica de venta más. Me imagino al equipo de marketing vestido con trajes de marca hechos a medida en París reunido en una sala de juntas diciendo: ¿qué podemos hacer para que confíen más en nosotros, vean que somos buena gente, diferenciarnos de nuestra competencia y lograr que compren más camisas de estas fabricadas en Bangladesh? ¿Qué tal si les enseñamos a cuatro bangladeshís de alguna de las fábricas? Venga, qué buena idea, convoca un casting y manda un fotógrafo. Y diles que sonrían mucho, que tendrán un sobresueldo de 3 euros.
Eso es lo que me parece un mal punto de partida para la transparencia. La transparencia, en sí, es lo que debería ser la norma.
2 /
Hace unos meses me propusieron participar en un supuesto negocio muy lucrativo que consistía en ofrecer uno de mis productos como parte de un lote junto a otros productos de otros creadores —de los que no conocías la identidad antes de decidir si participabas— que se vendían de forma excepcional durante solo unos días a un precio irrisorio. Las condiciones para los vendedores (si vendías suficientes de ellos a tus suscriptores, claro, si no de qué) eran muy buenas y había perspectivas de ganar mucho dinero ya que, para los suscriptores, era un buenísimo trato que no iban a dejar escapar. Un porcentaje nada desdeñable de la operación iba a parar a los organizadores del cotarro, cuyo trabajo simplemente había consistido en poner una página web con sistema de ventas, contactar con nosotros, convencernos y hacernos firmar un contrato. Yo no tengo nada en contra de que la gente haga negocios como le parezca, pero cuando el dinero que ganan viene de mi esfuerzo o de algo que yo he creado me lo pienso todo muy bien.
De todos modos parecía una buena oportunidad y estuve a un tris de decir que sí, hasta que se me ocurrió ir a la página de la web donde supuestamente tenía que conocer quién había tras ese excelso negocio. Y había todo un organigrama de personas con nombres y cargos que sonaban a invento chino sacado de un MBA americano (la persona con la que nosotros habíamos estado hablando figuraba como Assistant de Nosequé, en inglés, como si fuera la cosa una multinacional), representados, para colmo, con un dibujo cada uno. Las dos personas principales ni siquiera tenían un nombre propio, solo un cargo.
No sé qué motivos puede tener alguien para no dar la cara por su negocio y montarse semejante parafernalia para vender algo, pero desde luego, a mí no me gusta hacer tratos con dibujines. ¿Tienes una razón válida para hacer lo que haces? Pues entonces, da la cara por ella. ¡Twitéalo!
3 /
Vi un vídeo (viral durante unos días) en el que una bloguera o instagrammer aparentemente hiperfamosa, de estas que enseñan sus looks y se pasean por ciudades de todo el mundo haciendo que se lo pasan genial siempre de fiesta en fiesta y de playa en playa y de comida en comida y de shopping en shopping, se había grabado contando (con bastante recato, según yo, tampoco es que se abriera en canal) que a veces no se lo pasaba tan bien, que a veces lloraba mucho (como durante el vídeo), que estaba muy cansada y que mantener toda esa fachada de felicidad le estaba pasando factura.
A mí me pareció maravilloso porque, además de que estoy segura de que es lo que tarde o temprano siempre les pasa a todas las personas que viven de ese modo, todo el día cara afuera sonriendo, pensé que realmente muy desesperada tenía que estar para decir “sabes qué, voy a contarlo, me merezco que lo sepan y se merecen saberlo”. Pensé que probablemente ese acto era la puntita del iceberg de lo que ella estaba pasando y de lo que le quedaba por pasar, pero que el gesto de atreverse a decirlo ya era un paso valiente para alguien cuya única y permanente obligación era vender una vida mágica de princesa por sorpresa.
Se me ocurrió mirar los comentarios del hilo de Facebook donde lo encontré, que no era de su canal sino la publicación de una revista de moda y, aunque había algunos que se alegraban de la apertura y la honestidad, la mayoría eran indignación pura: que de qué se quejaba, que uy sí menuda pena que les daba, que si tuviera problemas reales no lloraría por esa gilipollez, que vaya pamplinera, que no había derecho y que se fuera a llorar a su casa.
Eso es lo que pasa: demandamos honestidad y solo podemos lidiar con las mentiras.
4 /
Igual no tiene absolutamente nada que ver con nada, pero pedir transparencia y luego no quererla tanto en realidad es como valorar la honestidad y pedir que tu pareja te lo cuente todo pero “si te vas con alguien prefiero no saberlo”.
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De un tiempo a esta parte se lleva mucho lo de que las emprendedoras —y emprendedores— adopten el discurso (que siempre ha sido el mío, desde el minuto cero, a mí me parece que esta moda la inicié yo, pero siempre tengo tendencia a pensar que todo lo inicié yo porque como no miro demasiado alrededor siempre me creo que soy la primera en todo, es lo que tiene querer mantenerse en la ignorancia) de “a ver, esto no es tan fácil, tiene su lado oscuro, no te dejes engañar por las lucecitas de neón”. Eso ha generado una oleada, que bienvenida sea, de publicaciones aparentemente más honestas donde se cuentan cositas sobre los malos momentos, o se ponen fotos de una sin maquillar y con insomnio, o se explica que se ha tenido un mal día por algo relativo al negocio… en fin, queríamos transparencia, ¿no?
Yo me fijo en que este tipo de publicaciones suelen ser bienvenidas por los seguidores y provocan otra oleada a su vez, la del apoyo social, “venga que tú puedes con eso y más”, “ánimo que no es nada”, “te queremos”, “estamos contigo” y similares. Que también son muy hermosas de ver. Nada que objetar.
Mi cuestión viene con una pequeña parte de eso nada más, la parte en que esas pequeñas quejas o muestra de vulnerabilidades (qué gran trabajo, Brené) son solamente una ridícula muestra de las que se sufren en realidad. Cuando al día siguiente sigues deprimida y llorando con ansiedad, pero la publicación ya hace referencia a otra cosa feliz, a otro lifestyle estupendo.
Y no nos culpo a nosotras como emisoras de los mensajes, es que, realmente, sería insostenible para nuestras lectoras y para nuestra marca mostrar la realidad de la realidad. Seríamos un coñazo: oscurísimas, quejicas, amargadas, preocupadas, asustadas, histéricas, ansiosas (al menos yo). La verdad más verdad de la intimidad de tu casa no la quiere sostener nadie. Nadie, ni prácticamente los amigos más cercanos. Nadie. Bueno, igual dos o tres personas en tu vida, como máximo, si eres afortunada.
6 /
Entonces, midamos cuántas cucharadas de realidad y cuántas cucharadas de pantalla, cuántas tacitas de autopromoción y cuántas tacitas de lifestyle, cuántos gramos de vender productos y cuántos gramos de decir frases inspiradoras. Démosles la medida justa y estarán felices, pero si la cagamos en la receta… ay. Que no se nos derrumbe todo el tinglado.
7 /
Pienso en todas las veces que he rechazado oportunidades de hacer cosas grandes y ganar dinero relativamente fácil porque quiero tener un negocio éticamente perfecto para mí, sin fisuras, donde yo pueda justificar (ante mí o ante cualquier dedo acusador) con esmero y coherencia cada acción. Muchas veces me siento bastante imbécil, pero hay algo en mí que no me deja hacerlo de otro modo. Pienso: si pudiera ser menos exigente con lo que es ético o no para mí, estaría montada en el dólar y sería mucho más feliz. Deseo una operación cerebral donde me bajen el volumen de tanta hostia. Total, a quién le importa todo esto al final del día, no sé qué estoy sacrificando realmente.
…
La Peor Emprendedora del Mundo es una sección mensual en la que comparto mis reflexiones, sensaciones y contradicciones sobre la complejidad personal que me supone emprender (en la acepción habitual, referida a los negocios, pero también aplicable a ser emprendedora en la vida misma).
Porque me temo que todas nos sentimos alguna vez #lapeoremprendedoradelmundo, ¿verdad?
Un abrazo,
P.D.: Si te perdiste las ocho primeras entregas de La Peor Emprendedora del Mundo, puedes leerlas aquí:
LPEDM 1: Mi Vocación
LPEDM 2: Mi Visibilidad
LPEDM3: Mis Relaciones
LPEDM4: Mi Compromiso
LPEDM5: Mi Estrategia
LPEDM 6: Mis Ideales
LPEDM 7: Mi Competencia
LPEDM 8: Mi Beneficio
De acuerdo completamente: la honestidad está de moda, (y menos mal que empieza a haber una brecha en este mundo tan “Black Mirror” que tenemos!!) aunque tb pueda ser una estrategia comercial de muchos… (déjalos, yo sigo prefiriéndola de todos modos.)
En cuanto a que un día estés triste, escribas y te animen y al día siguiente a otra cosa mariposa… claro, compartir una depresión de meses… mucho no vende y la gente (sobre todo que no son amigos sino seguidores al fin y al cabo) acabarían cansándose. (Ahí tu punto 6.)
Y lo de el negocio del siglo ese… he visto o creo que he visto ese pack (uno o varios, creo, de muchos cursos o libros por precio mínimo) y no sé cómo era el que te lo ofreció a ti, pero a mí no me daba muy bien rollo tampoco (de comprarlo digo.)
Buenas reflexiones! :)
…quiero tener un negocio éticamente perfecto para mí, sin fisuras, donde yo pueda justificar (ante mí o ante cualquier dedo acusador) con esmero y coherencia cada acción.
Cuando he leído esto en este punto no he podido reprimirme y escribir pues esas palabras son las que rondan siempre mi cabeza.
¿Cómo le ha una sentido a lo que hace? No me gusta mentir, no me gusta engañar, no me gusta sentir miedo, no me gusta timar, sencillamente porque no me gustaría que me lo hiciesen.
Siento estar muchas veces en alerta frente a esas situaciones. Hacer sentir al cliente confianza en ti y que no le estás guardando ni escondiendo nada es un trabajo extra emocionalmente y en mi caso de generación extra de documentación. ¿Qué sucede cuando tú eres el honesto y no ocurre así con la otra parte? ¿Qué sucede si es el cliente el que siendo tan desconfiado exprime las situaciones para ‘sobre-aprovecharse’; y él/ella es el que es deshonesto? Algunas veces cedes, porque confundes lo que harías por cualquiera con lo que harías por un cliente…
Me encanta leerte siempre que puedo. Encuentro muchas verdades que no me atrevo a decir en alto.
Un abrazo
Maravillosas verdades Deb, absolutamente todos mis jefes de cada una de las empresas por las que he pasado me han soltado ese discurso:
“en este mundo para llegar alto y triunfar la ética no es bienvenida”.
Asi te planteas cambiar a veces porque la sociedad te exige que éxito pase por esto. Pero sinceramente cada vez que he pensado en ello he dirigido mi mirada hacia la persona que me lo decía y he reflexionado acerca de la vida que tiene y debo ser muy tonta o muy poco ambiciosa porque al final si pudiera ser menos exigente con lo que es ético o no para mí, NO sería mucho más feliz si eso conlleva una vida como la que tienen.
Abrazo enorme,
¡Hola Deb!
Debo decir que aunque te llevo leyendo desde hace ya algunas semanas (o meses, el tiempo para mí siempre ha sido algo relativo y poco conciso) no había escrito todavía…
Voy a filosofar un poco, o a sacar mi vena económica más bien, para intentar explicarme (y, antes que nada, como todo lo que es escrito puede sonar como una crítica… no es, para nada, mi intención! =) )
Lo que es la teoría del clasicismo puro y duro, o lo que actualmente conocemos como capitalismo, indica que todo trabajador elige en qué porcentaje de su tiempo quiere trabajar y qué porcentaje quiere usar para el ocio. En función de esa sencilla regla, deciden elegir un trabajo u otro que les ayude a conseguir sus objetivos. Y, por ese motivo, hay gente que trabaja más, y gente que trabaja menos.
Todo son elecciones. Algunas pueden venir impuestas por lo que tengamos a nuestro alrededor, pero somos los que decidimos cómo queremos afrontarlas. Y como sobrellevarlas.
Y eso es aplicable a todo. Si a ti te gusta tu negocio tal y como es, debes sentirte orgullosa de tu proyecto, tu “otro niño”.
La felicidad no la da todo el dinero del mundo, si no las pequeñas cosas. A mí, por ejemplo, recibir tu newsletter me gusta, y estoy segura que todos y cada uno de los que la reciban igual. Y esas muchas pequeñas cosas, dan felicidad.
Creo que más que transparencia, muchas veces lo que realmente queremos es el apoyo, el agradecimiento que parece que tanto cuesta dar a la gente. Y eso se consigue intentando empatizar con los que nos ven, o intentando hacer que empaticen con nuestra situación personal.
Menudo rollazo te he dejado… espero que no te importe! Lo que sí quería decirte es que espero seguir leyendo reflexiones tuyas, y si quieres que compartamos reflexiones que sepas que a mí me encantaría.
Gracias por tus debsletters!
Hola Deb,
Me encanta leerte, como siempre. Logras explicar con palabras muchas de las cosas que siento o pienso, y que a veces, ni siquiera soy consciente de ellas. Haces que salgan de ahí y diga “Esto es lo que querías decir con aquello que sentías”.
Lo único que no me ha gustado leer es: ” Esta es la última entrega de La Peor Emprendedora del Mundo”. Ohhhhh, es una pena, me encanta esta sección y la suelo esperar impaciente en mi correo. Pero seguro que nos sorprendes con algo nuevo en septiembre :)
Gracias por lo que aportas guapa!
Como siempre me siento muy identificada, sobre todo con la parte de tener un negocio éticamente perfecto, pero más que por los dedos acusadores, por mi propio pepe grillo.
Un abrazo!!
Creo que le estás poniendo mucho “pienso” al asunto. Si eres honesta y lo sabes, para que seguirle dando vueltas al asunto? Es parte de tu naturaleza ser ética. Y ya. Déjate ser.
Hace tiempo que no me daba tiempo de leer la debsletter y justo hoy me encuentro en una especie de bloqueo por todo esto que dices. Comencé con el proyecto de mi blog, que desde un inicio fue una indecisión precisamente por el miedo a no ser lo suficientemente ética y honesta en cada detalle y eso me ha costado mucho tiempo de parálisis, de dudar, y hacer lento el proceso de crear un proyecto que realmente me emociona, pero del que muchas veces tengo esa sensación del impostor.
Ahora que ya lo tengo creado en parte, se que necesito asesoría en varios aspectos, pero veo mil opciones y aunque algunas parecen buenas, siempre tengo pavor a que me tomen el pelo.
La verdad sí resulta desgastante a veces ser tan ética y sí, surge el deseo de ser como otros, que tan quitados de la pena dan un paso y luego otro, sin importar que tan bien está lo que hacen.
Wow Deb, que buenos puntos sobre transparencia y me ha sonado eso de la etica en lo que hacemos, me ha pasado que desde que empezo el año me monte en una sinceridad extrema que ya no se que hacer ya que empieza a ponerse todo de cabeza….desde mi trabajo hasta mis relaciones….parece que la gente si es feliz con la apariencia y aveces me digo casi citandote a ti, “prefiero quedarme con una ganancia minima pero con una satisfaccón máxima de que fui honesta con lo que siento, pienso y digo”
“Total, a quién le importa todo esto al final del día, no sé qué estoy sacrificando realmente.”
pues yo si, y en el fondo creo que tu tambien. Sacrificas un camino de poder por uno de corazon.
Gracias por esta debsletter en el momento oportuno.
Hola Deb!
Conozco tu blog desde una recomendación que hizo Mariana Matija en sus redes sociales. Me anoté en tu Debsletter, pero hoy es la primera vez que leo completo algo de lo que compartes.
Y quedé fascinada ♥
Quería agradecerte profundamente por este artículo (y por compartir esa TED que no había visto y me encantó),. Pusiste en palabras como me siento muchas veces en torno a mis redes, mi trabajo como comunicadora (soy profe de Yoga, e intento vivir una vida más sostenible- por eso Mariana como fuente inagotable de inspiración- y comparto mis vicisitudes en mi instagram, y en breve en un blog). Estaré atenta por el Ideatorio 2019, me gustaría mucho hacerlo.
Un abrazo.
Edel.
sensacional esta serie de reflexiones. Mira que me gusta el verano, pero tengo ganas de seguir leyéndote en septiembre! buenas vacaciones!