La semana pasada volví a la ciudad a hacer un poco de vida social después de mucho tiempo. La pregunta habitual era “¿Qué tal el veranito?”, a la que yo, en cualquier otro momento de mi vida habría respondido “Muy bien, gracias, ¿y el tuyo?” por más que hubiera sido un completo horror.
Esta vez no sentí que tuviera que ocultar la fea verdad a nadie, y simplemente contesté “Un asco, para qué mentir, ¿qué tal tú?”.
A mucha gente le incomoda que le contestes la verdad, quizás porque sienten que tienen que fingir interés o preocupación o que necesitas que te den apoyo de algún tipo, y contestando la verdad cuando no es brillante les obligas a actuar y se ponen en guardia. A la mayoría lo que nos conviene es que todo el mundo nos diga “Bien, gracias”, para no tener que intervenir y poder seguir teniendo una conversación de lo más banal y tranquila. También nos conviene a nosotros mismos decir “Bien, gracias” porque así no te ves obligado a tener que dar explicaciones a continuación. Por tanto, entre unas cosas y otras, convertimos la verdad en una mentira o en una verdad a medias, le quitamos hierro al asunto y tratamos de avanzar.
Yo ya me he cansado de andar con cuidado por el mundo tratando de prever si lo que digo, siento o hago incomodará a alguien, y he aprendido a que si no quiero hablar de algo simplemente lo digo en lugar de luchar por que no salga el tema nunca.
En fin, que si quieres la verdad, la verdad es que los últimos seis meses han sido lo peor y lo mejor que me ha pasado nunca. Lo peor porque han sido tristes, incómodos y llenos de preocupación en muchos sentidos. Lo mejor porque de ellos ha nacido esta nueva Vida Interior, que es lo que pretendo compartir contigo, poco a poco, a lo largo de los próximos meses.
Así que hoy te ofrezco la primera entrega, en la que, por supuesto, quiero empezar por el principio, para que nadie se pierda y yo pueda explicarlo todo con claridad.
…
Una de las múltiples situaciones (pero la más importante para mí) de las que han contribuido a que desde la primavera pasada haya estado muy descentrada en todos los sentidos ha sido que mi padre se puso enfermo. Como sé que todo el mundo se va a imaginar que es cáncer ya lo digo ahora: no, no es cáncer, y no, previsiblemente no tenemos que temer por su vida más de lo que tenemos que temer por la nuestra. Sin embargo, ha pasado meses muy difíciles y llenos de dolor y aún está en ello y parece que va para largo.
A raíz de la enfermedad de mi padre empecé a pensar sobre la muerte. He sido bastante afortunada en este sentido y solo he tenido que vivir de cerca la despedida de mis abuelos, así que no he tenido mucha ocasión de enfrentarme a ella sin que fuera por objetivos puramente filosóficos. Aún así, ni por amor a la filosofía le había dedicado demasiados minutos de mi tiempo.
De nuevo, no es que mi padre esté tan enfermo como para temer una despedida a corto plazo, pero es cierto que mis padres son muy mayores y que sería un poco ingenua si creyera que no me hace falta irme preparando para la posibilidad de que se vayan. Y ya sé que lo mismo me voy yo antes cualquier día, pero digamos que exceptuando accidentes las leyes de la naturaleza son las que son y creo que me sería conveniente aprender a aceptarlas. Pero de todo este proceso veraniego me quedó clara una cosa: que yo no estaba en absoluto preparada para aceptarlas.
Yo siempre me he considerado atea, pero es cierto que toda mi vida he estado en contacto con el catolicismo y su imaginería. Mi alternativa a la aceptación de la idea del Cielo y el Infierno y el Juicio Final y todos esos conceptos post-mortem cristianos ha sido sin duda la del ateísmo, es decir, la nada. ¿Qué ocurre cuando algo o alguien muere? Pues nada: su vida se apaga, su cuerpo se descompone en un nicho o se incinera y a otra cosa mariposa. Entonces, ¿qué ocurre con su alma? Pues nada, porque la existencia del alma no está demostrada.
Ese era mi planteamiento básico y, aunque no hubiera dedicado ni dos minutos a pensar en ello, yo había decidido que tenía que ser así, porque lo cierto es que tenía tanta certeza de que hubiera reencarnación como de que no, de que existieran el Cielo y el Infierno como de que no, de que hubiera un alma como de que no, de que cuando me fuera me esperarían mis seres queridos al otro lado y tendríamos oportunidad de estar juntos toda la eternidad como de que no habría nada. No tenía manera de saberlo pero, en fin, como en la mayoría de cuestiones existenciales, resultaba ser una simple cuestión de en qué eliges creer.
…
Un día me fui a la biblioteca y, paseándome por la sección de filosofía y religiones, encontré dos libros.
En uno se investigaba sobre los momentos previos a la muerte (de personas que, por ejemplo, habían salido de un coma, habían tenido experiencias cercanas a la muerte o habían estado clínicamente muertos por instantes). El libro contaba con toda clase de estudios e investigaciones y entrevistas que, de hecho, daban pruebas de que las experiencias extracorpóreas sucedían, que la energía conectada con los vivos y con los muertos existía, y que lo de encontrarse al otro lado con un “algo más” —tomase la forma que tomase— también formaba parte de las vivencias de muchísimas de estas personas.
Evidentemente, todo esto es cuestionable y creo que es de esas cosas que como no te pase no quieres o puedes permitirte creer. Yo tampoco le di muchas vueltas, me limité a leer y aceptar que eso había sido así para todas esas personas, pero sin embargo me transmitió una idea de paz. Ya no era “la nada”, al contrario, parecía haber opciones y no parecían desagradables.
El otro era El libro tibetano de la vida y de la muerte, de Sogyal Rimpoché.
Ya digo que yo nunca me había aproximado a estos temas, ni a la muerte ni tampoco al estudio de las religiones. Básicamente porque ya desde hace años decidí creer que la religión era un invento para escapar de la inevitable sensación de soledad del ser humano. Pero como yo con la soledad no tenía problemas, no creía necesitar nada similar y simplemente lo deseché.
El libro me fascinó, no solo por la cantidad de sabiduría que se esconde en esas páginas sino porque entendí que no me estaba haciendo ningún favor a mí misma creyendo que tras la muerte no hay nada.
Esa idea de “la nada”, lejos de protegerme y acompañarme, me estaba dejando desamparada. Sin que yo me hubiera dado cuenta, toda la angustia que había sentido a raíz de la enfermedad de mi padre tenía que ver no solo con la idea de tener que enfrentarme a la posibilidad de la vida sin él sino sobre todo con la idea de que tras la muerte no había absolutamente nada.
Al pensar en la muerte —y no haciendo como que era un tema inexistente y poco relevante— me aterrorizaba la idea de que no hubiera nada más, porque entonces, si para nosotros todo terminaba al morir, ¿qué pasaba con todas esas cosas que no se habían dicho antes de morir o antes de que alguien muriera? ¿Se quedaban sin resolución para siempre? ¿Qué pasaba con quien había tenido una vida repleta de injusticia y dolor? ¿Nunca tendrían otra oportunidad para ser felices? ¿Qué pasaba con quien había hecho mucho daño alrededor? ¿Nunca tendría oportunidad de arreglarlo? Me estaba poniendo mucho peso y demasiada responsabilidad añadida: se me agotaba el tiempo y no iba a poder hacer todo lo que tenía que hacer todo lo bien que tenía que hacerlo, ni conmigo misma ni con los demás.
Al final, pensé, si estoy dedicando por completo mi vida a conocerme y a descubrirme —que básicamente es lo que hago— lo estoy haciendo para crecer, para sentirme mejor, para aprovechar mejor mi vida, para disfrutar más de los momentos felices y para enfrentarme mejor a los momentos difíciles.
¿Por qué, entonces, querría elegir una creencia —porque no nos engañemos, creer en “la nada” también es una elección de fe como otra cualquiera, solo que disfrazada— que no hace sino hacerme sentir pesada, decepcionada, asustada y ansiosa?
…
Curiosamente, desde que me relajé al pensar que quizás hubiera otras muchas alternativas a “la nada” tanto antes como después de esta vida, empecé a ver a mi padre como alguien más sano, más pleno, más completo y más complejo. También a mi madre. A Arieh. A los perros. A los hijos e hijas de amigas que nunca llegaron a nacer, y a los que lograron empezar sus vidas. A mis abuelos que quizás ya están viviendo de nuevo, en otra parte. Y lo más importante: empecé a verme a mí misma como un ser realmente lleno de fuerza y posibilidades. Curiosamente, nunca antes me había sentido así.
Y, a lo largo de unas cuantas semanas, sentí como si muchos pequeños brotes nuevos estuvieran tratando de hacerse hueco en mí, pero, a la vez, sentí que para que tuvieran espacio para desarrollarse tenía que dejar morir algo anterior.
No sé si alguna vez has tratado conscientemente de dejar morir partes de ti, pero cuesta lo suyo.
Un día compré tomates para ponerlos en la ensalada. Fui usándolos todos pero quedó uno al final que, por algún motivo, nunca encontraba el momento de comer. Lo miraba y lo miraba pero no quería comérmelo. Se me ocurrió de repente que en lugar de eso podía plantarlo. Lo corté en rodajas, las enterré en la tierra, regué, regué y regué (y confié y confié y confié sin desfallecer) hasta que, por fin, empezaron a salir algunos brotes con mucha ilusión, de un verde brillante y hojitas redonditas.
No todos esos nuevos brotes servían, tuve que esperar un tiempo y seleccionar los más fuertes y seguros de sí mismos, e ir matando a los que se quedaban atrás. Luego tuve que desenterrarlos y arriesgarme a que murieran en el trasplante. Alguno también se quedó por el camino. Tuve que dedicar mucho tiempo a cada brote para que se convirtiera en una plantita y creciera tímidamente en un pequeño macetero individual. Tuve que protegerlas del viento. Vino una plaga que casi se me las lleva. Me descuidé unos cuantos días con el riego y el sol y casi se chamuscan. Algunas, de hecho, ya tenían flores y las perdieron. Tuve que decidir prestar más atención, vencer la pereza y la comodidad y llevarlas al huerto. Preparé la tierra, saqué las malas hierbas (pobres, que de malas no tienen nada, pero no puedo dejarlas competir con las tomateras), aboné, puse cañas para que subieran rectas, hice agujeros y volví a plantarlas. Un día aparecieron huevos y orugas que se lo estaban comiendo todo. Tuve que prestar mucha atención durante días para retirarlas con cuidado. Luego las tormentas me lo destrozaron todo y tuvimos que volver a entutorar y perdimos muchas ramas llenas de flores por el camino.
Poco a poco se hicieron grandes, las flores se fueron secando y empezaron a convertirse en bolitas pequeñas. Luego esas bolitas fueron tomates completos.
Mi yo de antes de verano tenía mucho miedo a dejar morir cualquier cosa y se aferraba a todo lo conocido, a lo seguro y a lo que, sin dar especial satisfacción, estaba allí siempre. Me comía los tomates que había disponibles, sin pensar demasiado. Mi yo de después de verano está completamente atento a cuidar todas las nuevas plantitas y ver cuáles están haciéndose realmente grandes en mí.
Quizás por haber entendido que en eso consiste vivir, en transformarse sin miedo y en arriesgarse a que las cosas le sucedan a una. Para que algo nuevo nazca, algo tiene que morir. Ese es el ciclo de la vida.
Y es cierto que creer en cosas que no hay manera de demostrar es una elección, pero construirte una vida que aprecies y que te haga sentir en paz contigo misma también es una elección.
Cuesta bastante, para qué negarlo (lo sencillo sería seguir como siempre), pero todo esto es una elección.
…
Así es como empieza a brotar la Vida Interior: no con la enfermedad de tu padre, o sí; no con un verano mierdoso, o sí; no con algo particularmente difícil, o sí; no con nada que se pueda nombrar necesariamente. O sí. Y al nacer empieza a reclamar su espacio y empieza a conquistar todos los aspectos de tu existencia como una exploradora plantando banderas, primero aquí y luego allá y luego un poco más arriba.
Hoy he tratado de acercarte mi visión actual (quién sabe si pronto cambiará de nuevo) sobre la vida y la muerte pero, como reza el título, todavía nos falta el “todo lo que queda entremedio”, y ese “todo lo que queda entremedio” es lo que vamos a ver los siguientes nueve meses, hasta junio (aunque no voy a estar todos los martes con esto, también habrá Debsletters de las habituales y otras sorpresas), para ir descubriendo el resto de espacios que la exploradora incansable va a seguir conquistando.
Mucho me temo, en realidad, que el cultivo de la Vida Interior no se hace en nueve meses y que incluso podría durar más que una vida completa. Quizás, si confiamos en el budismo, estemos así por toda la eternidad. Y puede parecer imposible, titánico o incluso darnos mucha pereza. Pero, de todos modos, ¿hay algo mejor que hacer?
A mí, ahora mismo, no me lo parece.
Un abrazo enorme,
P.D.: Esta semana voy a estar compartiendo más cosas sobre este primer tema en Instagram y Facebook, pero es posible que si no interactúas a menudo con Oye Deb en estas dos redes no veas mis publicaciones (ya sabes eso de que el famoso algoritmo ahora no te muestra todo sino solamente lo que considera más relevante para ti en función de tu interacción con ello). Por tanto, si quieres ir viendo lo que publico tienes dos opciones: o ir entrando “manualmente” a mis perfiles —cosa que probablemente nunca te acuerdes de hacer— o bien pensar en comentar y dar corazones y likes a todo lo que veas mío de forma que le estés diciendo al señor algoritmo que esto te gusta y que te lo enseñe más. Es una porquería, sí (yo misma me he tenido que obligar a pensar en ello y hacerlo para poder seguir lo que publican las personas que me gustan realmente), pero es lo que hay.
No es que me haga ilusión que me llenes de corazones y comentarios —que las redes sociales no son mi manera favorita de alimentar el ego— sino que de verdad quiero que si te interesa seguir explorando en los temas de Vida Interior no te quedes sin verlo. Pero, obviamente, ¡está en tu mano! :)
P.D.2: ¿Qué tema crees que exploraremos a continuación en Vida Interior? Se aceptan apuestas ;)
buenos días, Deb
no he visto dónde comentar desde el correo, por eso he pinchado lo del blog.
Yo soy creyente. Es decir, no sólo creo cosas en relación a Dios y a la vida, sino que me defino desde el creer. pero creer no es una elección que “yo” haya hecho, sino que me ha venido. Creo, no por elección voluntaria (no voluntaria, pero sí libre: ¡es lo mejor que me ha pasado en la vida!) sino porque Dios ha querido que tenga fe. Y la fe te cambia el modo de mirar y de vivir.
me encantas, Deb, porque buscas y te atreves a preguntarte. Te deseo fe para que lo que crees no se sostenga en ti, sino más allá de ti.
Un beso
Estoy contigo Teresa… la fe es el mejor regalo que uno puede recibir. Antes me reía de esa palabra, pero llegó un día en que se me puso delante y era tan sólida que no he vuelto a dudar de ella. Mi definición exacta de fe es “creer en la capacidad de uno mismo para crear las condiciones necesarias que propicien que un objeto, hecho o situación se manifieste en nuestras vidas, incluso lo que a priori pueda parecernos imposible. Cuando empezamos a tener fe, el Universo nos muestra todo lo que debemos saber, porque ya estamos preparados para recibirlo.”
Un saludo!
Deb! me gusta que puedas tener la transparencia para mostrarte tal cual sos y también para dejar ver el dolor y la incertidumbre que te queda por el momento que estás atravesando. Soy creyente, y eso me da esperanza para seguir. Creo en algo más después de la muerte…pero no sólo vivo para eso. Disfruto cada momento, pero el saber que hay algo más me da tranquilidad. Agradezco leer una reflexión de alguien que no fue creyente siempre y que se anima a cuestionarse sus bases y principios. Hasta para los creyentes y religiosos es agotador reflexionar en serio sobre la vida y la muerte. Pero esta reflexión ayuda a ordenarse. Ayuda a hacer lo que uno realmente quiere hacer, a saber que la vida es breve y que hacerse problemas por cosas triviales no lleva a nada más que al agotamiento. En cambio, estar tranquilo, disfrutando de la esencia de las cosas, de las buenas relaciones familiares y de amistad, del simple hecho de que uno esté escribiendo acá hace saber que AUN ESTA VIVO. La esperanza me da paz y descanso al alma. Yo encontré ese descanso en Dios y en la fe. Sé que no todos lo encuentran ahi, pero esta es mi experiencia. Soy Adventista del Séptimo Día por si te interesa saber en qué creo! Un abrazo para vos Deb! Fuerza para vos! ánimo para seguir aceptando lo feo pero sacando lo bueno de cada situación. Saludos para todos los lectores que dedican un momento a reflexionar sobre cosas importantes y quieren estar bien con ellos mismos y con los demás! ahora si…BUEN DIA!
Hola Deb,
Al igual que tú, siempre estuve cerca de las creencias católicas, pero aquello no acababa de convencerme (quizá no supieron transmitírmelas) y así llegué al ateísmo total. Hasta algo en mi vida cambió esa visión…
Pensaba que al morir simplemente la vida desaparecía y ya está, pero llegó un momento en que ese vacío tampoco me convencía y entonces ocurrió todo. Y lo escribí en un libro que quizá conozcas (Conexiones de amor, disponible en mi web). Desde aquí, te recomiendo con todo mi cariño su lectura, porque hace reflexionar mucho y habla de la VIDA y el AMOR a través de una muerte (mi primer hijo que no llegué a conocer). Aunque está dedicado a las mujeres que van a ser madres y a las que nunca lo llegarán a ser, es una lectura ideal para todo el mundo, sobre todo si como tú, están en esa etapa en que comienzan a dejar atrás la creencia en la nada más absoluta.
Yo no puedo dar pruebas de lo que viví, porque no hay forma humana ni científica de hacerlo, pero puedo dejar mi historia sobre el papel y cada cual sabrá en qué prefiere creer. Lo que sí te digo es que cuando mi hijo (un bebé de sólo nueve semanas de gestación) se despidió de mí de la forma en que lo hizo, me dejó claro que aquí estamos sólo de paso y que hay mucho más que desde la vida en un cuerpo no somos capaces de ver ni entender en toda su dimensión; que algún día estaríamos juntos y que cuando un bebé va a nacer, es consciente de todo cuanto le rodea. De ahí que sea tan importante para mí que los padres lean mi historia antes de traer una criaturita a este mundo.
Creo que historias como la mía debe haber más, pero como tú misma dices, tendemos a no mostrarnos como realmente somos o nos sentimos. Y yo un día decidí romper con eso. Soy lo que soy y quien se acerca a mí, que sepa lo que va a encontrar, por pura honestidad conmigo y con los demás…
Espero que sepas acompañar a tu padre como ahora lo necesita y os deseo lo mejor a toda la familia.
Y sigue mimando esas tomateras…
Un abrazo Deb!!!!
¡Hola Deb!
Tremendo artículo. Creo que voy a necesitar unos días para encajar algunas de tus ideas y encontrar mis respuestas a algunas de las cuestiones que has puesto sobre la mesa, con la diferencia de que su digestión no es tan sencilla como la de un plato de verduras.
Espero de corazón que tu padre se recupere pronto y todos estos meses queden en un mal recuerdo. Malo según se mire porque, por experiencia propia, toda situación nos lleva a aprender, a seguir creciendo y a seguir marcando nuestros pasos desde otra perspectiva.
Mi relación con la muerte ha sido muy jodida durante muchos años. Perdí a dos amigos de manera bastante trágica y repentina y me costó horrores asimilarlo. La muerte durante mucho tiempo fue una gran enemiga.
Ahora puedo decirte que, dejando a un lado el dolor por la pérdida de mis amigos, pasar por esa situación ha sido una de las oportunidades más maravillosas que me ha dado la vida para decidir disfrutar de la mía de una manera mucho más consciente y plena.
En mi opinión, creo que, más que plantearnos qué pasa con lo que queda pendiente, lo importante es enfocarnos a expresar, vivir y compartir de modo que nunca nos deje algo por sentir, por expresar ni por demostrar.
Para eso es necesario enviar a la mierda un rato al ego y ser esencia en estado puro. No es sencillo, pero se puede conseguir.
¿Próximo tema? ¿Tal vez el amor? ¿Tal vez el aquí y ahora? Realmente no lo sé, pero ya espero con ganas tu próximo post.
Mucho ánimo y adelante, Deb!! Un abrazo!!
Ali
Hola!
Me ha encantado… y me ha tocado la fibra porque mi proceso ha sido casi igual. Siempre he sido atea, al igual que mis padres. Me ha tocado sufrir una muerte por el proceso clásico: jodida y esperando a que el tiempo lo cure.
Soy agricultora ecológica, y al estar constantemente en la naturaleza vas asimilándola casi por ósmosis. No hace falta reflexionarlo, lo ves y lo sabes. Lo sientes, porque formas parte de la vida a cada instante.
Un fruto muere para, con todas las energías y sustancias que le quedan, generar nuevas vidas. A veces es una, pero otras son muchas. Y este conocimiento no racional de la vida, me ha permitido .superar esa muerte, de verdad, sin parches, sin esfuerzo, solo entendimiento.
Muchas gracias, por tu reflexión. Y te animo a que continúes siendo parte de la naturaleza, y cultivar es un buen paso.
Un abrazo
Hola Deb! Me he sentido muy muy identificada con el proceso que has vivido y con la historia de tu padre,solo que en mi caso la cosa terminó en despedida . En 8 meses se fueron mi abuela paterna y mi padre. Sin embargo muy al contrario de lo que pensaba antes, la muerte ya no me asusta, es una fase por la que todos pasaremos y forma parte de la vida . Yo también he sufrido una revolución en mis creencias y mis valores. Solo puedo decir que me siento más humana y en paz que nunca y que esta tragedia me ha reforzado y me ha hecho crecer enormemente. Una de mis frases favoritas y que me da mucha fuerza es: ” No importa lo que ocurra a tu alrededor, si no lo que tú decidas hacer con ello”.
Llevo leyéndote ya un tiempo y me encanta porque al principio me sentía muy identificada con lo de sentirse perdida y emprender . Y ahora temas un poco más interiores.Gracias por compartir tus sentimientos y experiencias.
Y en ese camino de descubrimiento empecé yo gracias a uno de nuestros gatos. Y casualmente fue porque estaba enfermo,y casualmente ellos,cada día,me ayudan a seguir,a entender que cada uno tiene una misión y ha de conseguir encontrar su camino. Que un adiós no es para siempre,y que todos estamos conectados,todos somos la misma energía. Y sobre la primera parte…casualmente el otro día hablaba con mi tío acerca de la pregunta que tal estás y le decía “voy a responder la verdad,si a alguien le incómoda si le digo que estoy mal,entonces que no pregunte” todo el mundo espera que contestes “bien,gracias” y esa frase ha acabado por dejar de tener sentido. Me ha encantado la entrada,y preveo que me va a encantar Vida Interior. Gracias por compartirlo
Hola Deb. Sabes que eres uno de mis “ángeles en la tierra”.
Yo tampoco creo en una religión en especial. Pero a lo largo de mi vida y de mi búsqueda por conocerme mejor, estoy absolutamente convencida de muchas cosas de las que dices aquí, como que hay que dejar morir, para que pueda nacer algo nuevo, y lo que cuesta soltar eh!, incluso creencias. Es muy difícil romper con viejos patrones que nos “hemos, han” impuesto.
Has hecho un gran trabajo este verano.
Enhorabuena y sigue descubriéndote.
Gracias por compartir algo tan íntimo. Lo has hecho genial y precioso.
Muackkkkssss!!
Por cierto, no me llegó el mail a la bandeja. Te busqué… :)
Hola, Deb!
No sabes cuánto me emociona la temática de esta nueva temporada, porque en ésas estoy yo: conociéndome más que nunca, explorándome, utilizándome como herramienta de descubrimiento del mundo.
Hace unos meses comencé a asistir a clases de budismo aquí, en Valencia. El módulo que más me hizo reflexionar fue precisamente el de la vida y la muerte. De entre todas las ideas, una me llamó especialmente la atención: la de que, si realmente fuéramos conscientes con todas nuestras células de que un día vamos a morir, viviríamos la vida de una manera completamente distinta.
Damos por hecho que mañana vamos a estar vivos; es más, damos por hecho que vamos a estar vivos el minuto siguiente, el segundo siguiente. Y, sin embargo, nada ni nadie puede garantizarnos eso. Vivimos como si fuéramos eternos (no en próximas vidas, que no sé si existen, sino en ésta que vivimos ahora), mirando a la vida por encima del hombro, como si tuviéramos poder sobre ella.
Pero creo que no es así. Y reconocer, poquito a poco, que es la vida la que tiene poder sobre mí y no al revés… me está haciendo experimentarlo todo de otra manera, con mayor plenitud, con más conciencia. Todo puede acabar en cualquier momento: este instante puede ser el último. No comulgo con las frases tipo Mr. Wonderful en las que se nos insta a sonreír a cada instante, a pensar que cada día va a ser la bomba, aunque haya contratiempos. No: no tenemos que sonreír siempre ni luchar en contra de la vida si ésta, hoy, nos trae tristeza y decepción. Eso -la tristeza, la decepción, la rabia- también forman parte de la vida, y también hay que vivirlo, darle espacio, honrarlo. Creo que la vida no consiste en sonreír a cada momento, sino más bien en sonreírle a cada momento, es decir, en abrazar lo que sea que venga y en atrevernos a vivirlo intensamente, aunque duela.
No sé si has leído a Jiddu Krishnamurti. Creo que te gustará. Él es, desde hace unos años, mi filósofo de cabecera, y lo redescubro con cada lectura, con cada vídeo suyo que veo.
Un abrazo enorme,
Irene
Hola Deb, enhorabuena por el gran post y el nuevo viaje que emprendes, es genial darse cuenta de estos momentos para avanzar y crecer un poquito mas.( te llevo siguiendo este año)
En mi caso las reflexiones sobre la muerte… las tuve también forzosamente por la muerte de mi padre, hace ya 16 años aunque me siguen acompañando en mi caminar y ha sido después cuando he decidido emprender un camino contracorriente empezar a ser yo y vivir la vida que me da la gana, esta claro que el orden de los factores no altera el producto, sigo creciendo y evolucionando si no esta vida pierde su encanto!
Mis libros de este año al respecto han sido La prueba del cielo de Eben Alexander
y Ama tu caos de Albert Espinosa
Un saludo y gracias por compartir!
Pufff, hola Deb. Dios, no sabes lo identificada que me has hecho sentir ni lo mal que lo he pasado este verano por el mismo tema. Sentirse un trozo de carne con patas perecedero es, simplemente, horrible. Me has tocado de lleno la fibra con la frase “entendí que no me estaba haciendo ningún favor a mí misma creyendo que tras la muerte no hay nada”. Yo tampoco me lo estoy haciendo, al revés, me estoy haciendo sufrir mucho. Me estoy haciendo… lo cual quiere decir que puedo dejar de hacerlo. Aunque será difícil, lo intentaré y espero conseguirlo. Muchísimas gracias por el post que desde luego releeré. Espero con ansia las nuevas entregas. Un abrazo.
Te leo desde que empezaste, y eso que yo emprendí hace ya 10 años y realmente sentía que la temática de tu blog aunque muy interesante y constructiva ya no me aportaba lo que necesitaba en el punto en el que estoy. Aún así he seguido leyendo todo lo que escribías porque sentía que así debía hacerlo… algo me empujaba a seguir esperando tus mails.
Hoy te diré que vuelvo a estar aquí al 100%. Veo como vas creciendo, haciendo tu propio camino y como se parece al que tantos otros hemos vivido y estamos viviendo.
Mi padre murió cuando yo tenía 20 años (ahora tengo 38) y me pasé 12 años siendo una persona triste y apática, sin aceptarlo y sintíendome totalmente sola y abandonada.Era atea y no creía en nada. Hasta que un libro llegó a mi (yo creo que los libros llegan cuando los necesitas) En mi caso fue: Dios vuelve en una Harley. Con ese libro empezó una transformación muy profunda en mi : empecé a creer en muchas cosas y te diré que me han salvado la vida.Sin esas creencias mi vida no tendría sentido…simplemente sería una vida terrenal a la que hemos venido a sufrir..Y aunque el libro no tiene grandes críticas y es bastante sencillo ese fue mi libro. El que inició mi cambio.
Después han llegado muchos más, entre ellos los dos de los que tu nos hablas y seguirán llegando nuevos justo en el momento en el que los necesite (el maestro llega cuando el alumno está preparado :) )
Así que Deb, sólo puedo decirte : BIENVENIDA. Te espera un camino maravilloso.
Hola Sonia, ese mismo libro me llegó a mi también en el momento preciso y además es de lectura muy amena. Un saludo.
Hola Deb. Te leo desde hace un año más o menos. El caso es que este año ha sido un periodo chungo donde también me he planteado todo esto que hablas en tu escrito.
Tengo 34 años y este último año he pasado por un cáncer ( ya estoy recuperada, al menos físicamente).
Una de las cosas que más he pensado era que no quería arrepentirme de no decir las cosas buenas que realmente siento, (porque sentí que me he callado muchos sentimientos a lo largo de la vida y he visto que ese camino ya no me merece la pena ).
Así que quería decirte que me encanta tu blog, y que cada martes me dejo mi “ratito especial” con mi cafelito para leerlo tranquilamente. Y nada, que la lectura de tus escritos son una de esas pequeñas cosas ( que al final son las grandes), con las que disfruto un montón y que también contribuyen en mi camino de crecimiento interior.
Así que Gracias Deb.
María
¡Qué maravilla Deb!
Me enamora este nuevo giro, esta intensidad con la que te has arriesgado. A mí me has llegado muy dentro. Probablemente porque estoy en un momento muy similar, aunque por diferentes circunstancias. Es increíble que algo que piensas que es puramente mental pueda llegar a doler tanto en el cuerpo. Estoy completamente de acuerdo, hay cosas de una que deben morir por el camino, yo estoy rebrotando algo mío de la infancia y me he dado cuenta de que la mascara que llevo tanto tiempo tiene que ir desintegrándose porque está hueca. Curioso es que sienta algo como el síndrome de Estocolmo, aunque no es más que miedo, terror.
Sobre la muerte, yo también pensaba en la nada. Ahora siento que la cosa va más de energía por eso no creo que desaparezcamos realmente, como tampoco nos originamos al nacer. Es un fluir para mí. Estoy deseando leerte el próximo martes y estaré atenta a IG porque es cierto que este verano apenas te he visto… (p… algoritmo!).
Gracias por lanzarte a esta nueva aventura
Un abrazo enorme!
Para explicarte lo que siento yo me remitiré a la frase que tengo puesta en la portada de mi muro en facebook, es de García Márquez y dice lo siguiente:
“Me desconcierta tanto pensar que Dios existe, como que no existe”
Y así es.
Hola Deb… Te sigo desde hace tiempo , y a pesar de ser una de las ” responsables ” en el mejor sentido de la palabra , de mi cambio de vida ( aun inicial, pero imparable ) gracias al ideatorio y demás… Nunca habia comentado nada … Bueno , pues hoy , eso cambia : OLE TU …!!!! No se me ocurre otra forma de describir tu valentia al hablar y enfrentar , segun que cosas… GRACIAS
Yo tengo momentos en que mis miedos me apartan de la vida y muero…muero porque mi yo interior no puede sacar toda la luz que hay en él.
Me pareces increible, quiero aprender a vivir aprendiendo de mi misma, a luchar, sufrir y responsabilizarme de aquello que realmente me devuelva las ganas de vivir…pero estoy conectando conmigo y creo que va para largo pero me encanta leer tus newsletters y buscar con más ganas y ilusión las respuestas en mi interior.
Gracias por compartir tanto de tí.
Un abrazo y mucha luz
Hola Deb. Lo primero felicitarte por tu blog. Creo que lo haces fenomenal, que eres auténtica. Aparte de alagarte y animarte a que sigas escribiendo porque creo que lo haces fenomenal aquí va mi comentario ;) En mi opinión creo que el tema de la muerte es algo que nos acompaña durante toda nuestra vida desde que somos conscientes de que ésto un día acabará. Es cierto que durante muchos años, siempre que no nos toque de cerca, es un tema que preferimos obviar. Como tu indicas, tomamos una postura ya sea atea o religiosa y “vivimos” con esa creencia sin darle demasiadas vueltas….no sea que nos entre la angustia existencial ;) Seguimiento “viviendo” pensando que el tiempo es algo subjetivo… Cuando no hay nada más objetivo a nivel cuantificable que el tiempo (segundos, minutos, horas, días, años…). El tiempo pasa…los años pasan y uno “vive” pensando (o mejor dicho no pensando) que siempre tendrás tiempo para realizar tus sueños, que dentro de unos años podré realizar aquello, que después haré lo otro….como si el tiempo fuera algo elástico que podemos estirar y estirar…
Hace un año murió mi marido. Nada de enfermedades ni avisos. Con 48 años. Salimos de casa a las 5:00 de la tarde y a las 7:00 estaba muerto. Fulminante.
Esto me hizo darme cuenta de que estamos de paso en este mundo y que lo que cuenta no es lo que me “llevo” sino lo que dejo. En el caso de mi marido he tenido un buen ejemplo, de los mejores, aún sigue “dando frutos”, ha dejado una huella muy grande en muchas personas y eso es lo que nos está ayudando a tener una vida más rica y plena.
Decía Confucio: “Hay dos vidas: la segunda comienza cuando te das cuenta de que sólo tienes una”. A mí esta frase me llamó la atención por la sabiduría que encierra, vamos que en aquellos tiempos de Confucio la gente también “vivía” pensando que eran eternos…
Ser conscientes de todo esto me ha ayudado a centrarme en aquello que realmente quiero y me importa (no tengo demasiado tiempo para conseguirlo), a valorar lo que tengo, a abandonar lo que no necesito (aunque duela, es ese morir del que tú hablas). Hay muchas cosas que no voy a poder hacer y hay que renunciar a ellas en favor de esas poquitas cosas que he elegido hacer. Cuesta pero… Como decía Nietzsche “Quien tiene una razón para vivir tiene una razón para morir”….
Se trata ni más ni menos que de darle un sentido a nuestra existencia (que incluye desde la vida, la muerte y el motivo de esta) que cada cual encuentre el suyo… Pero por favor… No paséis por el mundo sin preguntaros y sin contestaros por miedo a la respuesta…
Estaba yo a punto de escribir un comentario de los largos porque mis reencuentros con tus escritos siempre son memorables, pero mi peque me reclama. Así que tan solo te quería mencionar un par de libros que nos han llegado a la cabeza mientras comentaba el post con mi marido está mañana. ” La rueda de la vida” de Elisabeth Kübler-Ross y ” Muchas Vidas, muchos maestros” de Bryan Weiss, creo! Ahí lo dejo. Un besazo!!
¡Justo en ésos pensaba yo mientras leía el post! Añadiría “La muerte, un amanecer” también de Kübler-Ross.
¡Saludos!
Hola Deb! creo que no puedo decir mucho más de lo que ya he leido en el resto de los comentarios!! Me ha encantado tu nuevo post, y creo que sólo estar en el camino de cuestionarnos cosas ya es toda una experiencia. Por mi parte, te diré que me encanta Sergi Torres, si no lo conoces ya… es una pasada escucharle!! a veces me pierdo con tanta filosfía, pero tiene tanta profundidad en sus palabras y tanto amor que es un gusto reflexionar con él.
De hecho te escribo porque acabo de ver un vídeo y me he acordado de tí – si eso pasa…;) jajaja. “Diseñados para sobrevivir” https://www.youtube.com/watch?v=A6YowBoNozs
Y este me cambió mi percepción de los sentimientos y emociones, ” el elitismo emocional” https://www.youtube.com/watch?v=7NboeU9O6H0&list=PL5j8al5QtQ4JkAHNvsEB7894LWVFKeMK5
Un beso y enohorabuena por tu camino
Hola Deb. Soy Ana. No suelo escribir mucho por aquí porque he pasado un período terrible de salud en el que me he sentido como un “trapo viejo” a nivel físico y emocional. Y no quería ni podía salir de mi “exilio”. No tenía fuerzas, pero siempre te he estado leyendo y sólo puedo darte las gracias por tus palabras y por tu ayuda. ¡Siempre te estaré agradecida por tus reflexiones! Ha sido tan largo este tiempo que pensé que nunca iba a salir de ese túnel donde no encontraba la luz. Sin embargo, siempre estaban tus correos los martes y me alumbrabas e invitabas a reflexionar. Me sentía mucho mejor, me ayudabas a pensar (aún más de lo que suelo hacerlo por defecto) e iba incrementando mi admiración por ti y tu inmenso talento. ¡Eres una persona admirable! Debido a mi “crisis” entré en un proceso de reflexión y autoconocimiento que me está ayudando mucho (y que sé que ya no va a terminar nunca). Así que este nuevo enfoque que planteas de la “vida interior” (que son los temas que más me han ayudado, sobre los que siempre leo y “me trabajo” por dentro para sentirme mejor cada día) me apasiona. Al fin y a cabo todas queremos tener salud (y cuando la pierdes todo se derrumba a tu alrededor) y ser más felices. Estoy deseando leerte. Lograr la salud y el bienestar en todos los sentidos pasa por mirarse por dentro y yo no paro de hacerlo así que sólo deseo leer tu opinión al respecto. ¡No tengo ninguna duda de todo lo que seguiré aprendiendo de ti!
Perdí a mi padre con 14 años. Ví como moría delante mis ojos y ese dolor me ha acompañado siempre, pero también me ha hecho crecer y valorar la vida. Y tratar de ser mejor persona. ¡Eso es lo que intento! Después de mi proximidad al catolicismo, cuando murió mi padre mandé todo al carajo y me hice atea del todo. ¡Estaba cabreada con la vida y con lo mal que yo sentía que me estaba tratando! En estos últimos años, como te decía al principio, la vida me tenía preparada una crisis de salud que me ha parado. Y ese ha sido el verdadero punto de inflexión. Ahí he logrado entender que que hay “algo más” detrás de cada situación que nos presenta la vida (cada uno lo llama como más le ayude.). También es verdad que el yoga y tratar de meditar (aunque soy igual que Julia Robert en “Come, Reza, Ama” y no logro parar la locomotora que es mi cabeza, jajajaja) me ayudan mucho a diario. Cuido mucho mi vida interior -dentro de lo que he aprendido como autodidacta obligada- y también he aprendido que me gusta llevar una vida normal. Me gusta el vino, los amigos de verdad y aprender de personas como tú que tienes toneladas de talento. ¡Gracias! ¡Siempre te daré las gracias! Un abrazo enorme y mucha energía para seguir en este camino.
De un post en Facebook a una página web, de una a otra y a otra…y de repente oyedeb.com
La vida es maravillosa, ¿como va a terminarse esto aquí?, simplemente, no puede ser.
Hola Deb,
Me ha encantado leer tu post, sentirme identificada con muchas de tus ideas pasadas y darme cuenta de cómo mi visión sobre este tema ha ido cambiando también a lo largo de los últimos meses. Afortunadamente no he pasado por una situación complicada como la tuya, pero viajando por Sudamérica y entrando en contacto con gente de otras culturas, que creen en La Pachamama, en los espíritus e incluso en la brujería, he empezado a mostrarme más abierta a otras posibilidades y a, de alguna forma, elaborar mi propia teoría.
Siempre me he considerado atea, bastante tajante además, pero diría que últimamente el agnosticismo me define mejor, si es que hay alguna palabra que pueda utilizar para definirme… Sigo sin creer en Dios en realidad, o en el Cielo o el Infierno, pero sí en la energía, en que hay algo más que no desaparece cuando dejamos de respirar. Mi teoría, por el momento, y a saber de qué forma evoluciona, es la de que una parte de lo que hemos sido queda presente en cada una de las personas que hemos encontrado a lo largo de nuestra vida, también en la naturaleza, que nuestra energía se reparte entre ellas y no muere. Me resulta muy triste pensar que después de morir todo acaba, como si nunca hubiéramos existido, y nos transformemos simplemente en un recuerdo que se perderá.
Estoy deseando leer más posts sobre este cultivo de la Vida Interior y seguir reflexionando con tus textos. Yo también soy una exploradora incansable :)
Muy buenas noches querida DEB
Que placer leer estas líneas con un aíre de mucha profundidad y sentimiento, gracias por llenarme mi soledad y parte mi espacio que interesante el de cultivar la vida interior mira eso es una lucha diaria . Yo me interesaría que escribieras ¿ Cómo enfrentar y ayudar a tus propios familiares, hermanos, padres en el cambio interior. Se que es difícil pero cómo llevarnos de la manera más sutil es más cuándo tu Padre tiene 87 años y ya los hermanos hacen comentarios de sus actitudes, me duele es mi Padre le trato de ayudar de hablar pero cae,
Saludos Y UN ABRAZOOO!!
Me sorprende positivamente que haya llegado a tus manos el Libro Tibetano de la Vida y la Muerte, de Sogyal Rimpoché. Te recomiendo lo tengas en casa y lo releas…es de esos libros que tiene capas de lectura…te acompaña en cada fase de tu camino espiritual. Yo lo he usado mucho para mí camino y de hecho estoy en Rigpa. Su web está llena de ayudas a la meditación y a los líos mentales que tenemos los occidentales. Este instante no existiría sin Sogyal Rimpoché, Osho, y UCDM. Un abrazo y te envío ánimos, estás en el camino.
Qué linda lectura para comenzar un día como hoy en mi vida., gracias :)
Que grande Deb!
Vivir cosas asi, que se hacen muchas veces inexplicables y encontrarme con tus palabras…
Millones de gracias, habia oido hablar de ti a distintos bloggers, he empezado a seguirte hace poco. Este era mi momento para encontrarte… tienes una fan mas! :)
Un abrazo
Hola Deb¡¡
Soy una seguidora que te sigue a trompicones. Ni recuerdo cómo llegaste a mi escritorio¡¡ y aquí estás como espejo. Comparto tu visión pues he pasado por lo mismo aunque la forma ha sido y es distinta.
Quiero decirte que me gusta mucho como transmites, pues lo haces sin tapujos, y dando cara a la verdad. La verdad se sostiene sola, no necesita de más.
Muchísimas gracias.