Después de pasar algunas semanas tratando los dos primeros temas de Vida Interior, la mente (tanto a través del cultivo del silencio como de la observación de su lado oscuro) y el cuerpo (tanto en su cuidado con movimiento y alimentación como en su lado oscuro en relación a la enfermedad), llegamos hoy al momento de explorar con más detenimiento un nuevo reino, el de las emociones.
Sobre las emociones habría mucho que decir. De hecho, podríamos estar toda una temporada escribiendo y debatiendo sobre ellas. Pero, como sabes, Vida Interior no son artículos periodísticos ni yo una observadora imparcial, así que te quiero contar algunas de las cosas nuevas que he entendido después de este “veranus horribilis” respecto a mis propias emociones y su manejo.
Las emociones básicas, esas que salen en todos los libros y hasta en películas bonitas de Pixar, son la alegría, la tristeza, el miedo, el asco, la ira y la sorpresa (aunque esta última en la peli de Pixar no aparece pese a que habría tenido su gracia un personaje con cara de flipado permanente).
Todos podemos sentirlas y de hecho pasamos los días sintiéndolas en mayor o menor medida. Algunas parece que nos acompañan de fondo y otras son más momentáneas y surgen en reacción a algo puntual.
Pero lo que a mí me acompaña de fondo puede ser diferente a lo que te acompaña a ti. Y ahí ya hay un trabajo profundo que hacer. Yo descubrí que debajo de todo lo que me afectaba había una profunda tristeza. Y esa tristeza acumulada durante años aprovechaba para salir como podía las pocas veces que podía, primero provocando conflictos (lo que me hacía confundirla con enfado) para después poder permitirme llorar a moco tendido. A veces ni siquiera comprendía por qué lloraba tantísimo por cosas tan pequeñas o con cualquier libro, película o estímulo exterior. La tristeza estaba tan dentro y tan guardada que era como una presa, en cuanto le abría una pequeña grieta apretaba todo lo que podía para salir a borbotones, descontrolada.
…
Una de las cosas que he aprendido a hacer los últimos años es a llorar cada vez que el mínimo asomo de ganas de llorar se me presenta. A no aguantarme, esté donde esté y con quien esté. Sea por nada o sea por todo, quiera y pueda explicarlo o ni pueda ni quiera explicarlo. Aunque me muero de la vergüenza, todo hay que decirlo. Ese ha sido mi reto: expresar lo que necesito pese a la vergüenza que me dé hacerlo.
Mi terapeuta lo llama “bolsas de tristeza”, acumuladas durante años y años de guardar y guardar (años de pensar que nadie tenía que verme triste o débil y, por tanto, haciendo creer a todos, incluida a mí misma, que yo nunca estaba ni triste ni floja) y me dijo que hasta que no las vaciase del todo iban a seguir ahí conmigo, aprovechando cada oportunidad para salir, mientras yo me peleaba por seguir aguantándolas haciendo así más grande la bolsa todavía.
En realidad esto no era lo que quería contar hoy (porque no es una cosa nueva que haya descubierto ahora), pero he pensado decirlo porque siento que puede ser importante para mucha gente que esté en la misma situación que estaba yo hace un tiempo, con tantas y tantas cosas guardadas dentro —ya sea tristeza o miedo o rabia o dolor, lo que sea— luchando por salir de las formas más variopintas e incomprensibles. Incluso tú, que piensas que tú no tienes nada por debajo, es posible que lo tengas. Te lo digo yo, que no siendo tonta precisamente viví treinta años sin tener la más mínima idea de estas corrientes subterráneas invisibles.
…
Hoy quería hablarte de algo que me interesa mucho más en este momento y a lo que dedico bastantes ratos de pensamiento: la sensibilidad.
Mira, yo me imagino a mucha gente que conozco y aprecio leyendo esto de las bolsas de tristeza, por ejemplo, y pensando: “qué exagerada”, o “¿qué cosa terrible le habrá tenido que pasar en la vida para estar así?”, o “lo que hay que hacer es mirar adelante y sonreír y dejarse de tristezas”, o cualquier frase similar, que, con todos mis respetos, son una soberana gilipollez. Una tremenda, absoluta y redomada gilipollez.
Es cierto que hay quienes prefieren hacer su vida sin mirar a lo profundo, y tienen todo su derecho. También hay quien tiene unos niveles de sensibilidad más acusados que otros, eso tampoco lo puedo negar porque está más que claro que todos somos distintos.
Pero lo más común es que se quiera pretender que los sentimientos de alguien son inventados —o que tienen que responder solamente a dramas gigantes porque si no no están justificados, o que se tenga que pasar por encima de ellos—, simplemente porque resultan incómodos (por no decir terroríficos) y no se sabe qué hacer con ellos (como si se tuviera que hacer algo con ellos, más que dejarlos salir).
…
Vivir toda la vida con la idea de que eres demasiado sensible y tratar de ocultarlo porque eso genera todo tipo de reacciones a tu alrededor con las que no quieres tener que lidiar es una tortura. Y aún es más tortura fingir que no sientes nada y que siempre estás estupenda. Mucho más tortura que simplemente dejar sentir el torrente de cosas (“buenas” y “malas”) que sentirías de forma natural y dejar que lo vea quien sea que esté cerca como la cosa natural que es y dejar que te afecte todo el rato que te tenga que afectar.
Por supuesto que nos parece más sencillo y nos da menos miedo hacer como que todo eso que tenemos dentro y toda esa sensibilidad no existe, porque lo que pasa cuando decides superar lo que te han enseñado que es “lo normal” y “lo bueno” y “lo correcto” y “lo equilibrado” y soltar al aire todo lo que llevaba años reprimido es que se desata una tempestad. Una tempestad que te coloca en una posición incómoda y vulnerable, tanto contigo como con los demás.
…
Te sientes incómoda contigo misma, porque no te reconoces, porque pasas por épocas raras en que parece que te estés convirtiendo en otra persona que no estás segura de querer ser, y porque crees que tienes que hacer un montón de ajustes para encajar a esta nueva persona en tu vida “de siempre” (ajustes como por ejemplo tener que explicar que ya no quieres hacer cosas que antes hacías, ver a gente que antes veías o comportarte como antes te comportabas).
Y en realidad lo que suele pasar cuando dejas de pelearte con esa sensación es precisamente lo contrario, y tu vida “de siempre” acaba cambiando sin esfuerzo y con alegría para adaptarse a esta nueva persona, que, dicho sea de paso, se siente mucho más entera y satisfecha con el cambio.
También te sientes incómoda con los demás, porque corres el riesgo de que te vean como una loca alterada (les expliques lo que pasa realmente o no), y porque a la mayoría de gente parece que no le gustan las personas que muestran sus emociones profundas o incluso contradictorias de forma franca y natural. Más que que no les gusten —que yo creo que en realidad sí les gustan y probablemente les gusten más que el resto sin saberlo— lo que pasa es que les ponen en guardia, primero porque hacen que ellos se tengan que plantear su propio posicionamiento respecto a sus emociones (y no, eso no es agradable para los que quieren vivir en la inopia), segundo porque como decía más arriba, todos tendemos a querer aportar soluciones y a “arreglar” a cualquiera que veamos que no está “bien”, y por tanto, si alguien viene en abierto diciendo lo que sea que le pasa intentamos rápidamente dar un consejo absurdo y no solicitado para quitarnos el marrón de encima y poder pasar a charlar de un tema banal y cómodo.
…
Yo solía pensar que si la gente sabía lo sensible que yo era iban a utilizarlo para hacerme daño. En cambio, creía que no se atreverían o que pensarían que no valía la pena perder el tiempo siquiera intentándolo si mantenía una apariencia fuerte e insensible en todo momento. De hecho, tengo que admitir que funcionó bastante bien. Pero lo que sirvió para alejarme de lo malo me alejó también de lo bueno, creando una separación enorme e invisible entre el mundo y yo, y entre el resto de seres que poblaban el mundo y yo.
Porque —y esto es lo más importante que tienes que aprender si eres de natural sensible— si cierras el corazón para que no entren el dolor o la tristeza estás cerrando también el corazón para que no entren el amor o la alegría; el corazón no es una puerta que se abre y se cierra cuando tú quieres, según te conviene: o la mantienes abierta a todo o la mantienes cerrada a todo. Tú eliges.
Pero, por supuesto, esa es una elección que te ofrece dos vidas muy distintas. En una vida, estás desconectada y alejada, viviendo a kilómetros de distancia de todo, pero sobre todo de ti misma. En la otra, ya te imaginas: estás contigo todo el tiempo y te cuidas y te quieres y las cosas son bastante más bonitas.
…
Si cometes el error de pensar que vivir con el corazón “selectivamente cerrado” te está protegiendo y te está haciendo algún bien, déjame bajarte del guindo, porque la verdad es que todo lo malo que tenga que venir te vendrá igual y te dolerá igual, así que ya para empezar dejemos claro que la ilusión de protección en la que vives es falsa.
Además hay otra cosa que quizás sea importante: es probable que la cantidad de amor que sientas ahora mismo —por ti misma, por tu pareja, por tu familia o por el mundo en general—, pese a que creas que es enorme, sea solamente una mínima fracción de lo que podrías sentir si simplemente dejases salir lo que tienes dentro. Imagínate qué maravilla.
Si te asusta que dejar salir todo ese amor deje salir también todo lo que no es amor (ya sabes, tristeza, miedo, etc.), pues sí, es más que posible que necesite su turno para manifestarse también. Y sí, yo también pensaba que me podía dar un colapso real y morirme si dejaba salir a la bestia, pero me he confirmado que mi sensibilidad no puede matarme. Más bien al contrario, he ido descubriendo que tiene el poder de devolverme la vida.
…
Puede que no sea una época necesariamente agradable —mira mi último verano, por ejemplo, o mi primer año en terapia—, pero te digo que quizás sea una de las experiencias más bonitas y de más conexión contigo misma que pases jamás. Sí, ahí mismo, metida de lleno en esa vorágine de emociones supuestamente desagradables, puede que sea la oportunidad de tener un momento de comunión máxima con la persona que realmente eres. Y a partir de ahí, cuando eso esté sacado, tratado y “curado”, ¿sabes qué quedará?
Todo ese amor infinito que tienes dentro. Toda esa alegría. Toda esa sensación de que… oh, sí, de que todo está bien así como es.
Si ser sensible (o hipersensible, o incluso ser lo que ya se ha diagnosticado oficialmente como PAS, Persona Altamente Sensible) está en tu carácter y es parte de ti, ¿por qué querrías guardarlo como si fuera un secreto embarazoso?
El mundo necesita más gente como tú. No nos hagas la putada de esconderlo.
Un abrazo,
“Los sentimientos y las emociones son el lenguaje universal que debe ser honrado. Son la expresión auténtica de quiénes somos”. Judith Wright
Grande Deb, una vez más! Gracias por compartir tu sensibilidad con nosotras. ❤
Se me da fatal escribir….y cada vez que te leo..pienso, que bonito talento ese de poner en palabras eso que yo no se ni como transmitir..pero qué…ei…fíjate,…es exactamente eso que leo.
Mil gracias por tus post y sobretodo por esta temporada de Vida Interior….Mil gracias Deb, de verdad.
Me encanta que hayas sacado el tema de la alta sensibilidad y los PAS. Yo como PAS, sufro en silencio las idas y venidas de mis emociones y me siento mal cada vez que se las muestro a alguien y no lo entiende y desaparecen, me llaman intensa, loca o exagerada.
Cuando estoy al borde del colapso escribo, y eso me ayuda a sobrellevarlo mejor.
Gracias por tus palabras de hoy, que me animan a seguir siendo como soy y seguir aceptándome y a quien no le guste, pues lo siento mucho, es como nací y como soy.
Saludos
Muchas gracias Deb!! Yo también estoy en mi camino de apertura del corazón. En mi caso había acumulado mucha rabia y llevo ya bastante tiempo sacándola y como dices no lo pasas bien durante el proceso, pero cada vez me siento mejor conmigo misma y con los demás. Más abierta al mundo y con más amor que dar y recibir. Antes sentía que estaba desconectada de todo y de todos. Gracias por tu vulnerabilidad y tus grandes post. Feliz Navidad
Hola Isabel, siento lo mismo que tu, mucha rabia acumulada y no se como sacarla, como empezar a “sanar”… ¿Cómo lo haces tú? Gracias!
Me encanta como compartes tus sentimientos de manera tan natural y sana. Yo soy una llorica empedernida y en muchas ocasiones he intentado tragarme ésa emoción porqué da la sensación que significa mostrarse débil… Es una creencia que he adquirido a raíz de llorar mucho de pequeña y mi madre decirme (siempre con dulzura y pensando que era lo mejor para mí) que no podía ser que llorara por todo… Poco a poco me voy mostrando tal y como soy, llorica y sensible, y es bonito sentir todo!
¡¡¡El mundo necesita más gente como tú, Deb!!! ¡Graciasss por No esconderlo! :)
Deb,
gracias por el artículo de hoy. Bueno, gracias por todos, pero éste ha sido un espejo para mí especialmente.
Como buena 1 del eneagrama (ya sé que a ti también te encanta), hace unos meses me di cuenta de la cantidad de ira que llevaba acumulada en mi interior desde hace no sé ni cuántos años. Supongo que es la misma situación que tú con la tristeza. Yo me había dedicado a tapar toda esa ira y esa rabia porque no las consideraba adecuadas o correctas. Cuando lo descubrí, empezó un proceso que para mí está siendo como una reeducación: una reeducación para sentir las emociones. Me di cuenta de que, como bien explicas en tu artículo, tapando la ira también estaba negando la posibilidad de que el amor, la dicha, la alegría y otras emociones consideradas “positivas” se manifestasen en mi vida en su máxima plenitud. Así que he tenido que admitir que no sólo no sé sentir rabia, sino que tampoco sé sentir amor, ni tampoco miedo, ni tristeza; a decir verdad, casi todas mis emociones mueren nada más nacer, porque un mecanismo automático en mi interior se encarga de decirles a todas ellas que no hablen demasiado fuerte, no vayan a desestabilizar esa seguridad imaginaria que he creado a lo largo de tantos años.
Me siento muy afortunada por haberme dado cuenta de esto. Podría haberme pasado la vida sin sentir realmente, sin saber que no me estaba permitiendo sentir -y aún no me lo permito; como digo, sigo aprendiendo, investigando-. De hecho, creo que muchísimas personas mueren sin haber sentido nada realmente. Lo veo a mi alrededor todos los días, y es cierto que gracias a verlo en otras personas también puedo verlo en mí.
Un abrazo, y muy felices fiestas para ti y para el resto de lectoras <3
Irene
Hola Deb
Hace un ratito me ha llamado mi madre acongojada para decirme que una de las hermanas de mi abuela ha fallecido.
Mi abuela tiene muchos hermanos pero esta era especial pues fue solo con ella con la que estuvo viviendo 20 años como refugiada en Rusia.
(Mis abuelos fueron de ese grupo de niños españoles refugiados en Rusia por la guerra civil española. Más conocidos como “Los niños de Rusia”.)
Imagínate las experiencias que vivieron juntas. La unión que tendrían…
Lo primero que he pensado egoístamente es; vale, mi abuela está bien. No ha fallecido ella, ha sido su hermana.
Pero mi ama me ha dicho que se disponía a contarle la mala noticia a mi abuela. Y me imaginado a mi abuela…ay…se me ha roto el alma.
Estoy en el trabajo y no se me ha ocurrido otra cosa que ir al baño a llorar. Y ahora estoy disimulando que estoy bien.
Te acabo de leer como si hubieras escrito para mí. Una especie de sincronía.
Ahora me siento tonta por haber sentido tanta vergüenza. Por no compartir mi tristeza con mis compañeros de trabajo. Por no reventar y salir corriendo de la oficina
a casa de mi abuela.
Creo que nos educan tanto a ser robots que nos volvemos inhumanos.
Espero cambiar y romper esta vergüenza a llorar en público, a mostrar emociones y no sentirme gilipollas por ello.
Muchas gracias por este artículo, era justo lo que necesitaba en este momento. Me ha hecho sentir algo de compañía y comprensión :) Gracias
Muy bello y bien comunicado, Deb.
Muchas gracias por compartirlo!!
Hola Deb, no solo me he visto reflejada en todo lo que has dicho, también me has dado en el clavo. Gracias, a veces se necesita de sinceridad brutal para verse a una misma.
Qué genial tus posts :) Totalmente de acuerdo en que la felicidad también se multiplica cuando dejas de esconder tus sentimientos.
Hola Deb!
Como Persona Altamente Sensible que soy no puedo más que decir que no hay nada mejor que mostrar lo que uno siente… Cierto es que esta sociedad no está pensada para personas con este rasgo, pero que somos igual de imprescindibles en ella como las no-PAS. Todos nos complementamos y nada sería igual sin unos u otros. Siempre me ´sentí un “bicho raro” hasta que lo descubrí y ahora disfruto de mi rasgo todo lo que puedo (aunque conlleva muchos momentos amargos, también los hay muy dulces).
Para quien esté interesado en saber en qué consiste la Alta Sensibilidad, dejo aquí un pequeño apunte:
Las cuatro características esenciales para poder cualificar como persona altamente sensible (PAS) son:
1. Procesar la información de manera muy profunda (dar vueltas a los temas, rumiar…)
2. Una intensa emocionalidad y empatía
3. Sobre-estimularse por recibir un exceso de información
4. Tener los sentidos mucho más sensibles (desarrollados) que la gran mayoría de la gente. Es tener una elevada sensibilidad sensorial y -por tanto- ser sensible de cara a sutilezas.
Gracias por tus mails Deb, me encantan.
Lo que escribes en este artículo… es la vida, forma parte de ella.
Las cosas igualmente de la vida, son sencillas, cuando escapamos de ellas, nos perdemos.
Hay que aceptar todo quello que acontece y seguir en los caminos de la vida con gratitud.
Claro que está muy bien, ser sensible, tener empatia, quererse, respetarse.
Todos tenemos un cierto grado de sensibilidad, pero nos gusta vivir con las máscaras; porque esas creencias adquiridas nos impiden ser auténticas y vivir la vida como lo que es un maravilloso regalo. Nos iremos de aquí algún día, no hay que perderse, solo lo justo y necesario.
Gracias guapa. Un beso y una FELIZ NAVIDAD.
Hola Deb!!! como siempre genial.
Quiero darte las gracias por tratar este tema de “Las Emociones”. Muy pocas veces se habla que aceptar nuestra propia vulnerabilidad es algo maravilloso. La mayor parte de las personas negamos lo que sentimos o más bien ignoramos lo que sentimos, o simplemente no miramos de frente lo que sentimos. Tampoco le ponemos nombre porque nunca nos enseñaron y no aprendimos a expresarlo con llanto o con palabras o con emociones distintas y por eso las negamos.
Cada día que pasa estoy más convencida que somos esa amalgama de emociones y ellas nos conforman y al mismo tiempo nos definen. Y claro que te hablo de mi, que también llevo como bien dice tu terapeuta, “bolsas de tristeza”, esa lucha constante, por mantener el equilibrio y muchas veces aparentar que no pasa nada.
Un buen día de hace unos años atrás, me quedé perpleja al mirar mientras sentada observaba a la gente caminar, trabajar, comprar, o pasear acompañados o solos, mientras yo no estaba para otras cosa sino para eso, mirar. Los observaba atentamente mientras lloraba porque yo no entendía como el mundo seguía funcionando mientras yo tenía mi mente y mi “Alma” en otro lugar que no reconocía , el de mi pena, porque frente a mi pérdida todo me parecía tan absurdo.. y ¿sabes qué? no me importó llorar en público, sin reprimir mi estado porque en aquel momento fui más auténtica que nunca, más Yo.. así que desde entonces, aprendí a aceptar mi propia vulnerabilidad, a no avergonzarme si el resto no entiende lo que expreso cuando sale alguna lágrima o cuando lloro con ganas.
Y pasado esto y a estas alturas cuando me encuentro con alguien que decide que lo real y lo justo no es traspasar esta frontera de la Emoción, sino mantenerse erguido, sin asomar un ápice de su propia vulnerabilidad, lo respeto ( cada cual elige) pero lo miro con cara de ingenua porque realmente creo que las verdaderas tormentas son las calladas y solapadas a fuerza de obligación, y esas son, bajo mi punto de vista las más dañinas Un abrazo Deb, espero leerte pronto!!1
Hola Deb,
Me encanta que hayas escrito sobre este tema. Yo soy PAS. A veces me encanta porque lo bueno lo vivo de manera muy intensa también, soy creativa, muy empática…
Pero lo malo, y no saber gestionarlo me ha llevado a varias depresiones, medicación, terapia, a pensar que no me gusta como soy, que no tiene sentido estar aquí para sufrir tanto por cualquier cosa, pues como tú dices siempre vendrá algo malo. Por no mencionar la incomprensión desde que era pequeña por parte de mi familia.
Llevo años deseando ser un robot, si existiera Oz ya hubiera ido a pedirle que me convirtiera el la mujer de hojalata. Para vivir tranquilamente sin enamorarme, sin sufrir, sin enfermar del estómago cada vez que paso un poco de estrés, sin agobiarme por los excesos de estímulos y de tareas, sin bloquearme.
Pero como tú dices, la solución no es esa, y me encanta que me lo recuerdes. Ya no quiero más ser un robot. Quiero ser yo y no perderme todo lo bueno por querer perderme lo malo.
¡Un abrazo y gracias!
Hola Deb, Me he quedado enganchada a tu post y a todos los comentarios que ha generado!
Cuando has hablado de la tristeza he recordado cómo la primera vez que me dijeron que me veían triste (en un grupo de desarrollo personal) pensé ¡qué están diciendo!.
Ni siquiera me había dado cuenta, estaba tan oculta!! En realidad ahora sé que no sólo esa emoción estaba oculta sino que había aprendido a como comentan más arribas a mantenerme erguida y con cierta distancia para precisamente que mi vulnerabilidad no se viera. El problema es que mientras más nos esforzamos en ocultarla, más vulnerables nos vamos haciendo y llega un momento en el que cualquier pequeño toque nos rompe como si fuéramos de cristal.
Por suerte o tal vez porque decidí seguir adelante y descubrirme para poder ser yo misma sin miedos o con miedos pero con más conocimiento de causa, creo que ya no quedan tantas bolsas de tristeza.
Todavía queda mucho recorrido por hacer pero cada vez más hablar de las emociones ya no es tema tabú y empezamos a hacer pinitos incluso en el sistema educativo y por supuesto muchas mamás también tenemos la atención puesta ahí.
Muchas gracias por tu sinceridad! Un abrazo
Gracias gracias gracias … porque fijate leyendote se me saltaban las lágrimas. Ahora mientros escribo noto mis ojos en lágrimas. Me he visto como en un espejo al leer tu post de hoy. Y eso que hace un tiempo que estoy intentando sacar mi yo blandito, como me ha dado por llamarlo. Siempre he ido por la vida con mi màscara de dureza, como una roca. Pero no lo soy, ni dura ni roca. Me lo dijeron una vez: eres demasiado sensible. Leyendo tu post y todos los comentarios que han surgido he aprendido que no soy “demasiado” sensible. Simplemente soy altamente sensible. Tendre que aprender a vivir con ello y a dejar que mi yo blandito reemplace a la estúpida roca que hacía como que nada le afectaba para luego llorar a moco tendido en algun rincón oscuro alejada de todos.
Felices fiestas Deb!
hola Deb, igual que tú estoy en un proceso de autoconocimiento y crisis personal que me ha llevado a descubrir mi parte oculta e inconsciente, además de poder expresar esa rabia contenida hacia mis jefes, y llorar mucho. Gracias a mis terapeutas y su método con técnicas energéticas y desprogramación de patrones he visto como reproducimos en el presente las experiencias de la niñez sintiéndonos como niños bloqueados y no como los adultos que somos. Me cuesta mucho detectar el miedo inconsciente que tengo detrás.
Muchas gracias por la claridad con la que expresas estos sentimientos de manera tan cercana y por acompañarnos.
¡Gracias Gracias Gracias por este post! Mira que he estado veces en terapia (y sigo), pero nunca nadie me había dicho por qué tengo la lágrima tan fácil (sí, también se me han caído un par de lagrimillas leyéndote).
Me he sentido muy identificada. Seguiré investigando esto de la hipersensibilidad. Siempre había pensado que yo no era normal, que era una mierda ser tan sensible en un mundo tan competitivo y duro…y apareces tú y nos dices que quizás no es tan malo. Es como una luz (aquí vienen las lágrimas otra vez). ¡Gracias!
Deb,
Todos tus posts me caen de alguna manera, como anillo al dedo pero con este haz dado justo en el blanco. Porque sí, yo creo que entro dentro del grupo de las PAS. Y claro que no es algo nuevo. Toda mi vida he estado en una constante lucha por ser así. Yo soy de esas que llora a moco tendido hasta en el día de su cumpleaños. Sí, así de mal estoy. Y me encuentro siempre tratando de esconderlo. De que nadie lo vea y que por el contrario lo que vean cuando me miren es una mujer fuerte porque tendía a asociar la sensibilidad con debilidad. Vaya error!
Por otra parte, tengo que decir que el simple ejercicio de escribirlo todo sirve y muucho. Y voy poco a poco descubriéndolo en mi blog. Un espacio sólo mío en el que sigue siendo difícil destaparme al 100% como lo haces tú pero que con el tiempo se hace más emocionante.
Gracias y sigue haciéndolo. Sigue escribiendo. Eres estupenda!
Olé. Gracias por compartir todo esto. :) :) :)